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EL PEREGRINO JONAS
El peregrino Jonás
Por
Alexander Dorado
De la muerte a la vida y de la angustia a la salvación.
“Entonces oró Jonás a Jehová su Dios desde
el vientre del pez, y dijo:
Invoqué en mi angustia a Jehová, y él me oyó; Desde el seno del Seol clamé, Y mi voz oíste. Me echaste a lo profundo, en medio de los mares, Y me rodeó la corriente; Todas tus ondas y tus olas pasaron sobre mí. Entonces dije: Desechado soy de delante de tus ojos; Mas aún veré tu santo templo. Las aguas me rodearon hasta el alma, Rodeóme el abismo; El alga se enredó a mi cabeza. Descendí a los cimientos de los montes; La tierra echó sus cerrojos sobre mí para siempre; Mas tú sacaste mi vida de la sepultura, oh Jehová Dios mío. Cuando mi alma desfallecía en mí, me acordé de Jehová, Y mi oración llegó hasta ti en tu santo templo. Los que siguen vanidades ilusorias, Su misericordia abandonan. Mas yo con voz de alabanza te ofreceré sacrificios; Pagaré lo que prometí. La salvación es de Jehová. Y mandó Jehová al pez, y vomitó a Jonás en tierra.” Libro de Jonás, Cap. 2
Invoqué en mi angustia a Jehová, y él me oyó; Desde el seno del Seol clamé, Y mi voz oíste. Me echaste a lo profundo, en medio de los mares, Y me rodeó la corriente; Todas tus ondas y tus olas pasaron sobre mí. Entonces dije: Desechado soy de delante de tus ojos; Mas aún veré tu santo templo. Las aguas me rodearon hasta el alma, Rodeóme el abismo; El alga se enredó a mi cabeza. Descendí a los cimientos de los montes; La tierra echó sus cerrojos sobre mí para siempre; Mas tú sacaste mi vida de la sepultura, oh Jehová Dios mío. Cuando mi alma desfallecía en mí, me acordé de Jehová, Y mi oración llegó hasta ti en tu santo templo. Los que siguen vanidades ilusorias, Su misericordia abandonan. Mas yo con voz de alabanza te ofreceré sacrificios; Pagaré lo que prometí. La salvación es de Jehová. Y mandó Jehová al pez, y vomitó a Jonás en tierra.” Libro de Jonás, Cap. 2
Hay oraciones que resultan agónicas, como la que hizo Jonás
estando en el vientre del gran pez, donde estuvo tres días y tres noches.
¿Acaso había alguna esperanza para él? Nadie podía verlo, oírlo, socorrerlo. Y quienes
lo lanzaron al mar, no tenían intenciones de ir en su rescate. Solo, abandonado a su suerte, en medio de la
oscuridad y humedad; las horas transcurrían para el de manera angustiosa, el
tiempo avanzaba lentamente y se aproximaba a su final.
Pero llegado el último instante para él, hizo una oración
desgarradora que emanaba de lo más profundo de su ser; Jonás clamaba a su Dios,
al único que podía rescatarlo, al único que podía verlo en ese lugar de olvido
y muerte; Jonás creyó que Dios podía conservar su vida, estando en el seno del
Seol, en lo profundo del mar, cuando ya no había esperanza para él; en el
desamparo, con una alga enredada a su cabeza; las puertas y cerrojos cerradas, parecía,
esa sería su sepultura.
Pero Jonás clamó al Dios de su socorro, quien nos da su
pronto auxilio en la tribulación; aquel que sus operaciones son extrañas,
misteriosas, sobrenaturales; pero Jonás, creía en su corazón que aun vería su
santo templo. Cuando su alma
desfallecía, el se acordó de su Dios, y oraba hacia el templo de Dios, que está
en Jerusalén. Cuando el revivió la
esperanza de volver a ver a Jerusalén, cuando creyó en la respuesta de Dios
desde su amada ciudad; cuando él se dispuso de volver al templo a llevar su
alabanza y sacrificio, y pagar sus votos, vino la salvación de Dios para su
vida.
¿Cuál fue el secreto de la salvación de Jonás? El volvió su
mirada hacia el templo de Dios que está en Jerusalén. Cuando el desfallecía,
creyó que sus plegarias serían escuchadas, y desde el templo de Dios vendría
para él su oportuno socorro; cuando él decidió renunciar a ese situación que le
rodeaba y la muerte inminente que le esperaba, le pidió a Dios, volver al
templo, a llevar su alabanza, sus ofrendas de sacrificio y pagar sus
votos. Fue entonces, cuando vino para el
la respuesta milagrosa, y de las entrañas del gran pez, volvió a la vida. La
visión de ir a la casa de Dios, fue su
tabla de salvación.
Oraciones semejantes hallamos en la Biblia, como la que hizo
Daniel cuando supo que el edicto en su contra había sido firmado, entró en sus
recamaras, cerró las puertas, y abrió las ventanas que daban hacia Jerusalén (a
miles de kilómetros de distancia), y oraba como solía hacerlo. El nunca fue
físicamente a Jerusalén, pero se transportaba desde el exilio, y volaba con los
ojos de la fe, del espíritu y de la imaginación hasta la ciudad del gran rey,
de donde viene la bendición y el socorro.
Nunca renuncies, en algunas ocasiones, nos vemos en situación
extremas, ya sea porque Dios ha permitido que lleguemos hasta esa instancia, o
por problemas que nos hemos fabricado; pero cualquiera sea la causa, lo
importante es entender los propósitos y designios de Dios, y como en medio de
la angustia, siempre podemos dirigir nuestra mirada hacia la casa de Dios en
Jerusalén, y clamar por su oportuno socorro, con el anhelo de ir a dar gracias
por sus favores recibidos.
Que el Dios de Israel te envié su bendición desde su templo,
desde su amada Jerusalen.
Shalom, Shalom
ALEXANDER DORADO ALBAN
Spiritual Guide
Celular: 3187517912
peregrinosporfe@gmail.com
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