Por Alexander Dorado
“Hizo salir a su pueblo como ovejas, y los llevó por el desierto como un rebaño. Los guió con seguridad, de modo que no tuvieran temor; y el mar cubrió a sus enemigos. Los trajo después a las fronteras de su tierra santa, a este monte que ganó su mano derecha. Echó las naciones de delante de ellos; con cuerdas repartió sus tierras en heredad, e hizo habitar en sus moradas a las tribus de Israel. Pero ellos tentaron y enojaron al Dios Altísimo, y no guardaron sus testimonios; sino que se volvieron y se rebelaron como sus padres; se volvieron como arco engañoso.” (Salmo 78:52-57)
“Hizo salir a su pueblo como ovejas, y los llevó por el desierto como un rebaño. Los guió con seguridad, de modo que no tuvieran temor; y el mar cubrió a sus enemigos. Los trajo después a las fronteras de su tierra santa, a este monte que ganó su mano derecha. Echó las naciones de delante de ellos; con cuerdas repartió sus tierras en heredad, e hizo habitar en sus moradas a las tribus de Israel. Pero ellos tentaron y enojaron al Dios Altísimo, y no guardaron sus testimonios; sino que se volvieron y se rebelaron como sus padres; se volvieron como arco engañoso.” (Salmo 78:52-57)
La vida del cristiano
es comparable como la historia del pueblo de Israel, de cómo Dios le rescata de
Egipto y le introduce en la tierra prometida; es un proceso de la esclavitud a
la libertad, de la muerte a la vida, de las tinieblas a la luz. Y en todo este
proceso, Dios es fiel, a pesar de la infidelidad de su pueblo. Dios abrió el mar para que el pueblo cruzara hacia la libertad,
pero también lo cerró para que nunca regresara
a la esclavitud. Dios abre puertas, como se abrió el mar; pero el abre
para acércanos a él, nunca para alejarnos.
El plan inicial consistía en pasar el desierto entre 11 y 40 días,
pero el pueblo por su rebeldía, tardó cuarenta años; no porque esa fuera la
voluntad de Dios, sino por las actitudes del pueblo. Sin embargo, todo el tiempo que estuvieron en
el desierto, Dios fue su proveedor y protector; él fue fiel a pesar de su
pecado; el vestido no se le envejeció, ni el calzado se les gastó; el sol
inclemente del desierto no les quemó, porque él estuvo allí como su
sustentador.
Pasados 40 años, al llegar a la
frontera con la tierra de Canaan, Dios le dice a Moisés que suba al Monte Nebo,
para que observera la tierra, ya que el no entraría en ella. “Y habló Jehová a
Moisés aquel mismo día, diciendo:”Sube a este monte de Abarim, al monte Nebo,
situado en la tierra de Moab que está frente a Jericó, y mira la tierra de
Canaán, que yo doy por heredad a los hijos de Israel; y muere en el monte al cual subes, y sé unido
a tu pueblo, así como murió Aarón tu hermano en el monte Hor, y fue unido a su
pueblo.” (Deuteronomio 32:49-50)
El
monte Nebo, es un lugar conmovedor, no solo por lo que sucedió allí con Moisés,
quien anhelaba entrar a Canaán, pero no se permitió; sino también, porque en
ese lugar, uno ve su vida en panorama, todo lo que hemos vivido, desde que
nacimos hasta ese momento; es un lugar de reflexión, evaluación, auto examen;
se mira hacia atrás y hacia adelante; es un lugar donde se cae en cuenta del
alto costo por los errores o pecados cometidos; pero también es un lugar por
excelencia, para ponerse en paz con Dios, consigo mismo, con la vida. Para
olvidar lo que queda atrás y extendernos al horizonte que tenemos por delante;
en el Monte Nebo se recibe visión, porque es Ver a Sion.
Quien ha llegado a la frontera, debe cruzarla. ¡Les ruego por las misericordias de Dios, que crucen esa
frontera hacia la tierra santa! No
estorbe a Dios, ¿Quién no se ha equivocado alguna vez? Pero si Dios nos ha traído
hasta ese lugar, y nos dice que sigamos adelante, sin mirar atrás, ¿cómo no hacerlo?
Como dice aquella canción inspirada en la Palabra de Dios, “Dios no nos trajo
hasta aquí para volver atrás… Nos trajo a poseer la tierra que él nos dio… y
aunque gigantes encuentre allá, yo nunca temeré…Nos trajo aquí a poseer la
tierra que él nos dio.”
Lo que no es entendible ni admisible, es que una cristiano, una
persona que ya ha conocido el amor de Dios y sus principios, vuelva atrás, se
“prostituya”; “venda sus principios”, se deje llevar por el mundo. Como aquellos que buscando un mejor porvenir
hacen las cosas totalmente equivocadas, como aquellos que quieren irse a los
Estados Unidos, “por el hueco”, quieren pasar la frontera pero hacen las cosas
totalmente al revés de lo que Dios dice. Huyen a otro país para no pagar sus
impuestos o deudas, para no responder por una familia. Como dice el Precepto, “el perro vuelve al
vomito y la puerca lavada al barro, vuelve a revolcarse en el cieno.” (2 Pedro
2:22)
El que hace las cosas bien,
obtendrá la bendición de Dios, pero el que hace las cosas mal, ¿Cómo
reclamarla? Muchos llevan años en el desierto, pero aun no entran a al tierra
prometida; se han quedado viviendo en el límite, o lo que es peor, han vuelto
atrás. Si una persona ya salió de Egipto,
cruzó el mar, atravesó el desierto, está en la frontera, ¿Qué debe hacer entonces? Cruzar la
frontera. A propósito, hay dos tipos de
fronteras, aquellas que son para bien y para vida; y las que son para el mal y
para la muerte.
Hay personas que abusan de la gracia y misericordia de Dios, y se
encaminan por sendas que los llevarán invariablemente al abismo. “El que cava fosa, caerá en ella.”! Hay caminos que al pecador, le parecen
derechos, pero su fin es camino de muerte.” (Proverbios 16:25) Una persona puede conducirse por esa senda,
pero siempre tendrá la oportunidad de
arrepentirse de su mal camino, y regresar, antes de dar un paso falta hacia el
abismo, hacia su propia destrucción.
“Mira, yo he puesto delante de ti hoy la vida y el
bien, la muerte y el mal; porque yo te mando hoy que ames a Jehová tu Dios, que
andes en sus caminos, y guardes sus mandamientos, sus estatutos y sus decretos,
para que vivas y seas multiplicado, y Jehová tu Dios te bendiga en la tierra a
la cual entras para tomar posesión de ella. Mas si tu corazón se apartare y no
oyeres, y te dejares extraviar, y te inclinares a dioses ajenos y les
sirvieres, yo os protesto hoy que de cierto pereceréis; no prolongaréis vuestros
días sobre la tierra adonde vais, pasando el Jordán, para entrar en posesión de
ella. A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os
he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge,
pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia.” (Deuteronomio 30:15-19)
Los errores de los padres los pagan los hijos; Dios por su
misericordia libra a un padre de la espada; pero no puede librar al hijo, a
quien el padre lo conduce a la espada de la cual fue librado. Un ejemplo de esta situación la vemos en la
película, “el niño de la pijama de rayas.”
En la cual encontramos la relación que construyen dos niños, en una
frontera; una alambrada que los separaba entre un campamento nazi y un campo de
exterminio; al final uno de los niño, el hijo del nazi quien tenía a cargo el
campo de concentración, acepta la invitación de su amigo, de pasar la frontera,
que los llevaría a ambos a la muerte.
Moisés estaba en la frontera.
En este momento y lugar se pueden tomar dos acciones, lo que hizo Lot,
siguiendo las instrucciones del Señor, “dar paso firme, adelante, sin mirar
atrás” o hacer lo que hizo la mujer de Lot, que se quedo mirando hacia el Valle
de Sodoma y Gomorra y se convirtió en estatua de sal. “"Escapa
por tu vida; no mires tras ti. Ni pares en toda esta llanura, escapa al monte,
no sea que perezca" (Génesis 19:17)
Lo que debemos hacer es no mirar
atrás, no tener ningún apego ni nostalgia por el pasado, no dejarse atraer ni
distraer. El pecado de la mujer de Lot
no fue una simple mirada atrás, sino la actitud del corazón y su apego, que la
llevaron a descuidar una salvación tan grande.
La invitación es avanzar, bogar mar adentro.
Hemos
caminado un largo trayecto, a estas alturas de la vida, no podemos dar marcha
atrás. Ya no estamos para aventurar,
para estar improvisando. Hay sordera y ceguera espiritual. Si estamos en la
frontera, no podemos cometer errores víspera a la bendición; hay personas que
bajan la guardia; o se dejan obnubilar; nosotros no somos de los que retroceden
para perdición, sino de los que perseveran y avanzan para preservación.
(Hebreos 10:35-39) Con confianza se
logra el galardón y con paciencia se alcanza la promesa, el justo por la fe
vivirá.
Hemos
pasado caminando a nuestro ritmo, pero
luego queremos que el ande al ritmo nuestro.
¿Cuánto nos cuesta estar a la par de Dios? En la frontera no debemos dar marcha atrás. A menos que Dios le dirija a hacer algo
especifico. En algunos casos, podemos
dar dos pasos a tras para luego dar tres adelante. Dios le dijo a Moisés, “rodea este monte”,
esto fue para protegerlo de sus enemigos, así el monte los ocultaría de ellos.
En este caso, es mejor rodear que rodar.
Tenga en cuenta, que como lideres no le diríamos nada que nosotros no
estuviéramos a dispuestos a hacer. Al cruzar el Jordán, quienes primero
entraron fueron los sacerdotes, y se quedaron en medio de Jordán, llevando el
arca, hasta que el último del pueblo pasó. La vida de un pastor cuidando sus
ovejas; es una lucha diaria y constante.
Entre
las fronteras – Numeros 13:1
Dios
le dice a Moisés que envié hombres a recorrer la tierra.
“Los envió, pues, Moisés a reconocer la tierra de Canaán,
diciéndoles: Subid de aquí al Neguev, y subid al monte, y observad la tierra
cómo es, y el pueblo que la habita, si es fuerte o débil, si poco o numeroso; cómo
es la tierra habitada, si es buena o mala; y cómo son las ciudades habitadas,
si son campamentos o plazas fortificadas; y cómo es el terreno, si es fértil o
estéril, si en él hay árboles o no; y esforzaos, y tomad del fruto del país. Y
era el tiempo de las primeras uvas. Y ellos subieron, y reconocieron la tierra
desde el desierto de Zin hasta Rehob, entrando en Hamat. Y subieron al Neguev y
vinieron hasta Hebrón; y allí estaban Ahimán, Sesai y Talmai, hijos de Anac.
Hebrón fue edificada siete años antes de Zoán en Egipto. Y
llegaron hasta el arroyo de Escol, y de allí cortaron un sarmiento con un
racimo de uvas, el cual trajeron dos en un palo, y de las granadas y de los
higos. Y se llamó aquel lugar el Valle
de Escol,[a] por el racimo que
cortaron de allí los hijos de Israel. Y
volvieron de reconocer la tierra al fin de cuarenta días. Y anduvieron y vinieron a Moisés y a Aarón, y
a toda la congregación de los hijos de Israel, en el desierto de Parán, en
Cades, y dieron la información a ellos y a toda la congregación, y les
mostraron el fruto de la tierra. Y les contaron, diciendo: Nosotros llegamos a
la tierra a la cual nos enviaste, la que ciertamente fluye leche y miel; y este
es el fruto de ella. Mas el pueblo que
habita aquella tierra es fuerte, y las ciudades muy grandes y fortificadas; y
también vimos allí a los hijos de Anac. Amalec
habita el Neguev, y el heteo, el jebuseo y el amorreo habitan en el monte, y el
cananeo habita junto al mar, y a la ribera del Jordán. Entonces Caleb hizo callar al pueblo delante
de Moisés, y dijo: Subamos luego, y tomemos posesión de ella; porque más
podremos nosotros que ellos. Mas los
varones que subieron con él, dijeron: No podremos subir contra aquel pueblo,
porque es más fuerte que nosotros. Y
hablaron mal entre los hijos de Israel, de la tierra que habían reconocido,
diciendo: La tierra por donde pasamos para reconocerla, es tierra que traga a
sus moradores; y todo el pueblo que vimos en medio de ella son hombres de
grande estatura. También vimos allí
gigantes, hijos de Anac, raza de
los gigantes, y éramos nosotros, a nuestro parecer, como langostas; y así les
parecíamos a ellos. (Números 13:17-33)
Debían
observar la tierra y quienes la habitaban y hacer un diagnostico, conocer y
reconocer su heredad. ¿Cómo era la tierra? ¿Fértil o estéril? Debían esforzarse y tomar del fruto de la
tierra. Al regresar los espías dijeron:
“es tierra que fluye leche y miel, pero también hablaron mal de la tierra.” Caleb hizo callar al pueblo, y les amonestó
para que no hablaran mal, sino que les invitó a creerle a Dios, quien había
prometido darles esa tierra por heredad.
No podemos hablar más de la tierra que Dios nos da. El problema era la visión tan pobre que
tenían de ellos mismos y como se veían así mismo. Se consideraban langostas, este insecto tiene
tres características: Apariencia menospreciable; detestadas por la sociedad
y una plaga destructora. Eligieron el peor insecto para compararse,
así estaba su autoimagen y estima personal.
El
pueblo empezó a llorar, a desesperarse y dijeron, mejor volvamos atrás. Quienes desacreditaron aquel país, no
entraron en la tierra prometida, solo Josue y Caleb quedaron con vida. Todo está en la actitud, en la visión que se
tiene de Dios, de sí mismo y de la tierra que Dios nos da como heredad. Ellos debían subir desde el desierto hasta
el monte alto. Así es la vida del hijo
de Dios, de gloria en gloria, de lo bueno a lo mejor y a lo excelente. Para llegar a la cumbre del monte debían
pasar por la la tierra, vencer gigantes, conquistar ciudades fortificadas como
Jericó, enfrentar a Amalec y al cananeo, esta es la colegiatura de la vida de
fe.
Ellos
debían reconocer los gigantes para saber cómo enfrentarlos; debían saber que
encontrarían allá para saber que estrategias implementar; sin perder de vista
que Dios iba con ellos, y había prometido hacerse cargo de sus enemigos. Si estamos en la frontera, es tiempo de
preguntarnos, ¿Cuáles son nuestros gigantes? ¿de qué sentimos temor? ¿Cuáles
son las murallas que deben caer? Al
pasar la frontera, hay un desierto que debo cruzar, y atravesar el país hasta
el monte alto. Mi destino es el monte
alto, es tiempo de conquista y de jubileo.
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