LA PEREGRINACION DE JOSE
Por Alexander Dorado Alban
Cada peregrinación tiene un
propósito; hay peregrinaciones que son una única e inolvidable vez, esto es,
vendrán otras, pero ninguna como esa. Además, que podemos ir muchas veces a
Israel, y cada vez será una experiencia única.
En la Biblia encontramos diferentes
peregrinaciones; porque Israel es tierra de peregrinaciones, y todo aquel que
va hasta ese lugar, al menos una vez, se convierte en un peregrino de la tierra
de los amores.
Abraham fue el primer peregrino;
Dios le llamó de Ur de los Caldeos, para que fuera hasta Israel, a recibir esa
tierra por heredad. Moisés también fue
un hombre que hizo de la peregrinación un modo de vida; 40 años anduvo por el
desierto, con la esperanza de entrar a la tierra que diviso desde el Monte
Nebo.
Hombres de la talla de Daniel,
amaron a Jerusalén, pero nunca fueron físicamente a ella; aunque Daniel era un
peregrino por fe; cada día, abría las ventanas de su habitación que daban hacia
Jerusalén (estando a miles de kilómetros de distancia) y se transportaba con
los ojos de la fe, del espíritu y la imaginación hasta la tierra de sus raíces.
¿Qué tiene de especial ese lugar?
Es el lugar donde Dios ha puesto su nombre y el cual ha elegido como habitación
para sí; es la tierra de nuestras raíces (Roots Land), es el único lugar del
cual Dios dice, “ese buscaréis y allá iréis”.
Es la tierra de los pactos y las promesas.
Hay hombres como José, quien
vivió desde los 16 años en Egipto, él subió una sola vez, pero esa
peregrinación fue sin precedentes, nunca ha habido una como aquella y no la
habrá después. El subió una sola vez, nunca volvió, aunque sus restos si
regresaron a la tierra de sus padres.
Cada peregrinación es emblemática
y temática, cumple un propósito y razón de ser; las veces que Dios nos ha dado
la bendición de subir a Jerusalén, nunca hemos regresado con las manos vacías,
hemos subido llevando las semillas, y regresamos trayendo las gavillas.
Genésis 49:1,28-33
Cuando Jacob supo que su hora
había llegado, reunió a sus hijos, los patriarcas de las tribus de Israel, para
anunciarles sobre lo que habría de acontecer en los días venideros. Cuando un hombre camina con Dios, es sereno,
y comprende los tiempos de Dios.
Luego de bendecir a sus hijos,
les hizo una petición, que sus restos fueran llevados a Canaán, a la tierra de
sus padres. Esto suscitó una de las
hermosas peregrinaciones que alguna vez haya existido.
José solicitó a Faraón, el
permiso de cumplir el deseo de Jacob, conforme al juramento que le había
hecho. Y Faraón le concedió subir a Canaán
con sus hermanos y parientes. Lo insólito
y sin precedentes, que ellos no subieron solos; con él fueron los egipcios.
(50:7-9)
Y subieron no solo para acompañar
a José, sino para endechar a un patriarca, a un hombre de fe. Ha sido la única vez que todo Egipto, sus
principales, sus escuadrones subieron hasta Canaán a endechar un
patriarca.
¿Porque subieron con José?
Estaban en deuda con el por haber salvado a Egipto de la desgracia, subieron
con él, no solo para acompañarlo, sino para endechar y hacer duelo a Jacob, y
lo lloraron 70 días. ¡Que honra tributaron a un grande de la fe!
Fue tan grande el llanto que
hicieron los egipcios, que los cananeos, al escuchar su lloro y lamentación,
llamaron a aquel lugar, Abel-Mizraim, (Pradera donde los egipcios lloraron por
un patriarca de la fe)
De la manera que sucedió en los
tiempos de Jesús, que los fariseos, a pesar de sus esfuerzos ingentes, no
podían impedir que el mundo se fuera tras él; vemos como, la visión de Israel
arrastra al mundo tras aquellos que se identifican con la tierra del Dios de
Israel.
El mundo corre tras la visión de
Israel, el mundo, en este caso representado en los egipcios, van tras aquellos
herederos de un legado; van tras el manto de un judío, porque reconocen que
Dios está con ellos. (Zacarías 8:21-23)
Una vez fue endechado y sepultado
Jacob, José regreso junto con sus hermanos a Egipto; y nunca más volvió a
Israel. Pero logró causar un impacto
como nunca antes y después lo ha habido, el mundo egipcio se fue tras él.
Hace doce años subimos a honrar a
nuestro padre, hoy regresamos a dar gracias por diez años de bendiciones; a
diferencia de Jacob, no subimos con un líder embalsamado, sino ungido por Dios,
fortalecido y vigorizado; un atleta de Dios que llevando de su mano la bandera
del Centi, conquistara el Hermón.
Y de esta manera, desde la cabeza
de los montes (Isaias 2:2-3) tomaremos, en el nombre del Dios de Israel, en
posesión todos los montes de la tierra. Y regresaremos trayendo la bendición a
todas las familias hasta lo último de la tierra.
Dios bendiga Israel, y desde
Israel, Dios bendiga a esta Familia Centi, en cumplimiento y conquista. Gracias Papa Dios, por el privilegio y la
bendición tan inmensa, de ser parte de esta maravillosa e inolvidable
peregrinación. (Salmo 122)
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