domingo, 19 de julio de 2015

EN LA FRONTERA DE LA TIERRA SANTA

Por Alexander Dorado

“Hizo salir a su pueblo como ovejas, y  los llevó por el desierto como un rebaño. Los guió con seguridad, de modo que no tuvieran temor; y el mar cubrió a sus enemigos. Los trajo después a las fronteras de su tierra santa, a este monte que ganó su mano derecha. Echó las naciones de delante de ellos; con cuerdas repartió sus tierras en heredad, e hizo habitar en sus moradas a las tribus de Israel. Pero ellos tentaron y enojaron al Dios Altísimo, y no guardaron sus testimonios; sino que se volvieron y se rebelaron como sus padres; se volvieron como arco engañoso.” (Salmo 78:52-57)

La vida del cristiano es comparable como la historia del pueblo de Israel, de cómo Dios le rescata de Egipto y le introduce en la tierra prometida; es un proceso de la esclavitud a la libertad, de la muerte a la vida, de las tinieblas a la luz. Y en todo este proceso, Dios es fiel, a pesar de la infidelidad de su pueblo.  Dios abrió el mar para que el pueblo cruzara hacia la libertad, pero también lo cerró para que nunca regresara  a la esclavitud. Dios abre puertas, como se abrió el mar; pero el abre para acércanos a él, nunca para alejarnos.

El plan inicial consistía en pasar el desierto entre 11 y 40 días, pero el pueblo por su rebeldía, tardó cuarenta años; no porque esa fuera la voluntad de Dios, sino por las actitudes del pueblo.  Sin embargo, todo el tiempo que estuvieron en el desierto, Dios fue su proveedor y protector; él fue fiel a pesar de su pecado; el vestido no se le envejeció, ni el calzado se les gastó; el sol inclemente del desierto no les quemó, porque él estuvo allí como su sustentador.

Pasados 40 años, al llegar a la frontera con la tierra de Canaan, Dios le dice a Moisés que suba al Monte Nebo, para que observera la tierra, ya que el no entraría en ella. “Y habló Jehová a Moisés aquel mismo día, diciendo:”Sube a este monte de Abarim, al monte Nebo, situado en la tierra de Moab que está frente a Jericó, y mira la tierra de Canaán, que yo doy por heredad a los hijos de Israel;  y muere en el monte al cual subes, y sé unido a tu pueblo, así como murió Aarón tu hermano en el monte Hor, y fue unido a su pueblo.” (Deuteronomio 32:49-50)
El monte Nebo, es un lugar conmovedor, no solo por lo que sucedió allí con Moisés, quien anhelaba entrar a Canaán, pero no se permitió; sino también, porque en ese lugar, uno ve su vida en panorama, todo lo que hemos vivido, desde que nacimos hasta ese momento; es un lugar de reflexión, evaluación, auto examen; se mira hacia atrás y hacia adelante; es un lugar donde se cae en cuenta del alto costo por los errores o pecados cometidos; pero también es un lugar por excelencia, para ponerse en paz con Dios, consigo mismo, con la vida. Para olvidar lo que queda atrás y extendernos al horizonte que tenemos por delante; en el Monte Nebo se recibe visión, porque es Ver a Sion.
Quien ha llegado a la frontera, debe cruzarla.  ¡Les ruego por las  misericordias de Dios, que crucen esa frontera hacia la tierra santa!  No estorbe a Dios, ¿Quién no se ha equivocado alguna vez? Pero si Dios nos ha traído hasta ese lugar, y nos dice que sigamos adelante, sin mirar atrás, ¿cómo no hacerlo? Como dice aquella canción inspirada en la Palabra de Dios, “Dios no nos trajo hasta aquí para volver atrás… Nos trajo a poseer la tierra que él nos dio… y aunque gigantes encuentre allá, yo nunca temeré…Nos trajo aquí a poseer la tierra que él nos dio.”

Lo que no es entendible ni admisible, es que una cristiano, una persona que ya ha conocido el amor de Dios y sus principios, vuelva atrás, se “prostituya”; “venda sus principios”, se deje llevar por el mundo.  Como aquellos que buscando un mejor porvenir hacen las cosas totalmente equivocadas, como aquellos que quieren irse a los Estados Unidos, “por el hueco”, quieren pasar la frontera pero hacen las cosas totalmente al revés de lo que Dios dice. Huyen a otro país para no pagar sus impuestos o deudas, para no responder por una familia.  Como dice el Precepto, “el perro vuelve al vomito y la puerca lavada al barro, vuelve a revolcarse en el cieno.” (2 Pedro 2:22)

El que hace las cosas bien,  obtendrá la bendición de Dios, pero el que hace las cosas mal, ¿Cómo reclamarla? Muchos llevan años en el desierto, pero aun no entran a al tierra prometida; se han quedado viviendo en el límite, o lo que es peor, han vuelto atrás. Si una persona ya salió de Egipto,  cruzó el mar, atravesó el desierto, está en la frontera,  ¿Qué debe hacer entonces? Cruzar la frontera.  A propósito, hay dos tipos de fronteras, aquellas que son para bien y para vida; y las que son para el mal y para la muerte.

Hay personas que abusan de la gracia y misericordia de Dios, y se encaminan por sendas que los llevarán invariablemente al abismo.  “El que cava fosa, caerá en ella.”!  Hay caminos que al pecador, le parecen derechos, pero su fin es camino de muerte.” (Proverbios 16:25)   Una persona puede conducirse por esa senda, pero siempre tendrá la  oportunidad de arrepentirse de su mal camino, y regresar, antes de dar un paso falta hacia el abismo, hacia su propia destrucción.

“Mira, yo he puesto delante de ti hoy la vida y el bien, la muerte y el mal; porque yo te mando hoy que ames a Jehová tu Dios, que andes en sus caminos, y guardes sus mandamientos, sus estatutos y sus decretos, para que vivas y seas multiplicado, y Jehová tu Dios te bendiga en la tierra a la cual entras para tomar posesión de ella. Mas si tu corazón se apartare y no oyeres, y te dejares extraviar, y te inclinares a dioses ajenos y les sirvieres, yo os protesto hoy que de cierto pereceréis; no prolongaréis vuestros días sobre la tierra adonde vais, pasando el Jordán, para entrar en posesión de ella. A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia.”  (Deuteronomio 30:15-19)
Los errores de los padres los pagan los hijos; Dios por su misericordia libra a un padre de la espada; pero no puede librar al hijo, a quien el padre lo conduce a la espada de la cual fue librado.  Un ejemplo de esta situación la vemos en la película, “el niño de la pijama de rayas.”  En la cual encontramos la relación que construyen dos niños, en una frontera; una alambrada que los separaba entre un campamento nazi y un campo de exterminio; al final uno de los niño, el hijo del nazi quien tenía a cargo el campo de concentración, acepta la invitación de su amigo, de pasar la frontera, que los llevaría a ambos a la muerte.

Moisés estaba en la frontera.  En este momento y lugar se pueden tomar dos acciones, lo que hizo Lot, siguiendo las instrucciones del Señor, “dar paso firme, adelante, sin mirar atrás” o hacer lo que hizo la mujer de Lot, que se quedo mirando hacia el Valle de Sodoma y Gomorra y se convirtió en estatua de sal.  “"Escapa por tu vida; no mires tras ti. Ni pares en toda esta llanura, escapa al monte, no sea que perezca" (Génesis 19:17)   Lo que debemos hacer es no mirar atrás, no tener ningún apego ni nostalgia por el pasado, no dejarse atraer ni distraer.  El pecado de la mujer de Lot no fue una simple mirada atrás, sino la actitud del corazón y su apego, que la llevaron a descuidar una salvación tan grande.  La invitación es avanzar, bogar mar adentro.

Hemos caminado un largo trayecto, a estas alturas de la vida, no podemos dar marcha atrás.  Ya no estamos para aventurar, para estar improvisando. Hay sordera y ceguera espiritual. Si estamos en la frontera, no podemos cometer errores víspera a la bendición; hay personas que bajan la guardia; o se dejan obnubilar; nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que perseveran y avanzan para preservación. (Hebreos 10:35-39)  Con confianza se logra el galardón y con paciencia se alcanza la promesa, el justo por la fe vivirá.
Hemos pasado caminando a nuestro ritmo,  pero luego queremos que el ande al ritmo nuestro.  ¿Cuánto nos cuesta estar a la par de Dios?  En la frontera no debemos dar marcha atrás.  A menos que Dios le dirija a hacer algo especifico.  En algunos casos, podemos dar dos pasos a tras para luego dar tres adelante.  Dios le dijo a Moisés, “rodea este monte”, esto fue para protegerlo de sus enemigos, así el monte los ocultaría de ellos. En este caso, es mejor rodear que rodar.  Tenga en cuenta, que como lideres no le diríamos nada que nosotros no estuviéramos a dispuestos a hacer. Al cruzar el Jordán, quienes primero entraron fueron los sacerdotes, y se quedaron en medio de Jordán, llevando el arca, hasta que el último del pueblo pasó. La vida de un pastor cuidando sus ovejas; es una lucha diaria y constante.
Entre las fronteras – Numeros 13:1
Dios le dice a Moisés que envié hombres a recorrer la tierra.
“Los envió, pues, Moisés a reconocer la tierra de Canaán, diciéndoles: Subid de aquí al Neguev, y subid al monte, y observad la tierra cómo es, y el pueblo que la habita, si es fuerte o débil, si poco o numeroso; cómo es la tierra habitada, si es buena o mala; y cómo son las ciudades habitadas, si son campamentos o plazas fortificadas; y cómo es el terreno, si es fértil o estéril, si en él hay árboles o no; y esforzaos, y tomad del fruto del país. Y era el tiempo de las primeras uvas. Y ellos subieron, y reconocieron la tierra desde el desierto de Zin hasta Rehob, entrando en Hamat. Y subieron al Neguev y vinieron hasta Hebrón; y allí estaban Ahimán, Sesai y Talmai, hijos de Anac. Hebrón fue edificada siete años antes de Zoán en Egipto.  Y llegaron hasta el arroyo de Escol, y de allí cortaron un sarmiento con un racimo de uvas, el cual trajeron dos en un palo, y de las granadas y de los higos.  Y se llamó aquel lugar el Valle de Escol,[a] por el racimo que cortaron de allí los hijos de Israel.  Y volvieron de reconocer la tierra al fin de cuarenta días.  Y anduvieron y vinieron a Moisés y a Aarón, y a toda la congregación de los hijos de Israel, en el desierto de Parán, en Cades, y dieron la información a ellos y a toda la congregación, y les mostraron el fruto de la tierra. Y les contaron, diciendo: Nosotros llegamos a la tierra a la cual nos enviaste, la que ciertamente fluye leche y miel; y este es el fruto de ella.  Mas el pueblo que habita aquella tierra es fuerte, y las ciudades muy grandes y fortificadas; y también vimos allí a los hijos de Anac.  Amalec habita el Neguev, y el heteo, el jebuseo y el amorreo habitan en el monte, y el cananeo habita junto al mar, y a la ribera del Jordán.  Entonces Caleb hizo callar al pueblo delante de Moisés, y dijo: Subamos luego, y tomemos posesión de ella; porque más podremos nosotros que ellos.  Mas los varones que subieron con él, dijeron: No podremos subir contra aquel pueblo, porque es más fuerte que nosotros.  Y hablaron mal entre los hijos de Israel, de la tierra que habían reconocido, diciendo: La tierra por donde pasamos para reconocerla, es tierra que traga a sus moradores; y todo el pueblo que vimos en medio de ella son hombres de grande estatura.  También vimos allí gigantes, hijos de Anac, raza de los gigantes, y éramos nosotros, a nuestro parecer, como langostas; y así les parecíamos a ellos. (Números 13:17-33)

Debían observar la tierra y quienes la habitaban y hacer un diagnostico, conocer y reconocer su heredad. ¿Cómo era la tierra? ¿Fértil o estéril?  Debían esforzarse y tomar del fruto de la tierra.  Al regresar los espías dijeron: “es tierra que fluye leche y miel, pero también hablaron mal de la tierra.”  Caleb hizo callar al pueblo, y les amonestó para que no hablaran mal, sino que les invitó a creerle a Dios, quien había prometido darles esa tierra por heredad.  No podemos hablar más de la tierra que Dios nos da.  El problema era la visión tan pobre que tenían de ellos mismos y como se veían así mismo.  Se consideraban langostas, este insecto tiene tres características: Apariencia menospreciable; detestadas por la sociedad y  una plaga destructora.   Eligieron el peor insecto para compararse, así estaba su autoimagen y estima personal.
El pueblo empezó a llorar, a desesperarse y dijeron, mejor volvamos atrás.  Quienes desacreditaron aquel país, no entraron en la tierra prometida, solo Josue y Caleb quedaron con vida.  Todo está en la actitud, en la visión que se tiene de Dios, de sí mismo y de la tierra que Dios nos da como heredad.   Ellos debían subir desde el desierto hasta el monte alto.  Así es la vida del hijo de Dios, de gloria en gloria, de lo bueno a lo mejor y a lo excelente.  Para llegar a la cumbre del monte debían pasar por la la tierra, vencer gigantes, conquistar ciudades fortificadas como Jericó, enfrentar a Amalec y al cananeo, esta es la colegiatura de la vida de fe.
Ellos debían reconocer los gigantes para saber cómo enfrentarlos; debían saber que encontrarían allá para saber que estrategias implementar; sin perder de vista que Dios iba con ellos, y había prometido hacerse cargo de sus enemigos.  Si estamos en la frontera, es tiempo de preguntarnos, ¿Cuáles son nuestros gigantes? ¿de qué sentimos temor? ¿Cuáles son las murallas que deben caer?  Al pasar la frontera, hay un desierto que debo cruzar, y atravesar el país hasta el monte alto.  Mi destino es el monte alto, es tiempo de conquista y de jubileo.





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