viernes, 31 de julio de 2015

REFLEXIONES DESDE LA TIERRA SANTA

¿Quiénes suben a Jerusalén?
12 Claves para hacer el sueño una realidad

Por Alexander Dorado

A Israel van los que creen y anhelan ir
Pasaje de estudio: Salmo 84
La visión de Israel y la experiencia de viajar a la Tierra Santa es uno de los mas maravillosos regalos que Dios ha dado a la familia del Centi y por lo tanto una de las experiencias de vida más significativas y transformadoras que podemos tener. 

Desde aquella primera peregrinación, en el año 1981, en que el Dr. Néstor Chamorro, líder espiritual y fundador de la CEPC, tuvo ese sentir de ir a la tumba vacía en Jerusalén, a dar gracias por las bendiciones recibidas en el obra misionera, hasta el día de hoy, son miles de peregrinos que hemos subido a Jerusalén a tener un encuentro de amores con el Dios de Israel y disfrutar de sus promesas y abundantes bendiciones.

¿Quiénes son los que van a Jerusalén? Por supuesto, aquellos que abrazando las promesas, suben con una visión espiritual; aquellos que saben que como hijos de Dios son herederos de bendición. Siempre le escuché decir al Dr. Chamorro, “A Israel no va el que tiene ni el que puede, sino el que cree.”  Y realmente es así, porque ese ha sido el testimonio de los peregrinos que hemos ido a Jerusalén.  Ir a Jerusalén, es matricularse en la escuela de la fe.

Leyendo la Biblia, en el Salmo 84, encontramos algunas claves que nos indican quienes son lo que finalmente van a la tierra de los amores, la tierra de las promesas y la bendición:

1.   Los que disfrutan el estar con Dios. Ir a Jerusalén, es mucho más que estar en un lugar, es estar con alguien; es darse cita con el ser más maravilloso del Universo, nuestro Papa Dios.  Y él espera que lo amemos a él, más que a las personas, cosas, trabajos o circunstancias.  Es el goce pleno de la presencia de Dios.  Como lo reza el Salmo, “aquellos delicados pastos donde somos pastoreados y aquellas aguas de reposo donde somos abrevados.” (Vers. 1)


2.   Los que tienen el anhelo.  El anhelo es algo mucho más profundo e intenso que un deseo, nace de lo más interno del corazón; es un sentimiento que se alimenta desde el espíritu.  Hay personas que pudiendo ir, no van, porque no tienen ese anhelo, no se ha encendido ese fuego en su corazón. (Vers. 2)

3.   Los que creen que Dios les lleva. Para muchos ir a Israel es algo que resulta imposible, improbable; pero no es así para el Dios de los imposibles; es él quien nos invita, y el no hace acepción de personas.  Lo más maravilloso es precisamente, contemplar, que personas sin posibilidades económicas, pero movidos por la fe, han hecho realidad este sueño. (Vers. 3)

4.   Los que saben que es una bendición. Solo quienes aprecian la inmensa bendición que es ir a Jerusalén, toman la decisión de ir.  Aquellos que, por el Espíritu han entendido que la peregrinación es mucho que un viaje, es un tratamiento amoroso en los brazos de Dios, en el cual recibimos sanidad, medicina, prosperidad, y respuesta de parte de Dios a nuestra necesidades. (Vers. 4)

5.   Los que tienen en Dios sus fuerzas.  Esto es algo espiritual, por lo tanto demanda que estemos fortalecidos espiritualmente.  Dependemos de Dios y no de nuestras propias fuerzas. Porque en el proceso van a resultar inconvenientes, y es en ese momento, en los cuales, debemos creer que “todo lo podemos en Cristo que nos fortalece” y que con la ayuda de Dios, lo vamos a conseguir. Y por supuesto, es luchar con las fuerzas de Dios para hacer su voluntad y no la nuestra.  (Vers. 5)

6.   Los que pagan el precio. Para subir a Jerusalén, hay que estar dispuestos a soportar duras y hasta difíciles pruebas; “atravesar ese valle” que parece de lagrimas. Pero sabemos que aquello que “siembran con lagrimas, con regocijo segarán.”  Hay una tarea que nos compete hacer; debemos “abrir los estanques” y el enviará su lluvia para llenarlos.  Debemos preparar las vasijas para que él las llene con su aceite. (Vers. 6)

7.   Los que van en el poder del Espíritu Santo. Ya hemos dicho que esto es algo del Espíritu, por lo tanto debemos andar en el Espíritu, para lograr este objetivo.  De la manera que el Señor  Jesús, “fue llevado en el poder del Espíritu Santo al desierto.” Así nosotros, iremos de “poder en poder y veremos a Dios en Sion.” (Vers. 7)

8.   Los que oran sin cesar. La más poderosa arma o herramienta que Dios nos ha dado para tener victorias espirituales es la oración.  La peregrinación comienza desde el preciso instante en que tomamos la decisión de ir; allí empiezan a surgir situaciones que debemos sortearlas en oración ferviente en el Espíritu.  En la oración recibimos la unción que necesitamos para llegar a la meta. 

9.   Los que tienen visión de lo alto. Quienes vamos a Jerusalén no dependemos de lo que pasa en la tierra sino de lo que sucede en el cielo.  Por eso debemos “poner la mira en las cosas de arriba y no en las de abajo.”  En el cielo no importa si el dólar sube o baja; Dios envía su bendición abundante, que suple todo lo que nos hace falta conforme a sus riquezas. (Vers. 9)

10.       Los que eligen la excelencia.  Aquellos que han entendido que “mejor es un día en sus atrios que mil días fuera de ellos.” No hay un lugar comparable con la ciudad del Gran Rey. Es el único lugar debajo del cielo, donde Dios ha puesto su nombre del cual Dios dice: “ese buscaréis y allá iréis.” (Vers. 10)

11.       Los que entienden que Dios les provee. Dios es nuestra fuente de vida y el nos da sin reserva; nos cuida y protege.  El no quita el bien a los que andan en integridad, por el contrario, el “provee, aumenta y multiplica” los recursos que nos da, para que no tengamos falta de ningún bien.  Algunos dudan no han entendido, que ir a Jerusalén, es una hermosa siembra, de la cual, vamos a recibir réditos por el resto de la vida.  Y que el nos devolverá multiplicado. (Vers. 11)


12.       Los que confían en Dios.  Y saben que él hará. Por eso son felices, porque saben que en el Dios de Israel, está su seguridad y confianza, y que él no deja a sus hijos quedar avergonzados.  Pero debemos creerle para disfrutar de sus bendiciones. (Vers. 12)

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